sábado, 20 de febrero de 2010

el camino

Es una opción alternativa que la vida te ofrece. Dicen cosas sobre el destino... está escrito que sigas aquí, que sigas a las flores del camino. Vamos, salta esos charcos que te embarrarán los pies.

Me tumbo boca arriba en esta tarde de verano calurosa como nunca otra la hubo, miro al cielo y saludo a las nubes que se me antojan tan familiares como si escritas en mi libro las llevara . Y saludo a aquéllos pájaros a los que veo con cada salida de sol. Siempre ahí. Siempre los mismos. Sería terrorífico amanecer tumbado bajo otro cielo distinto, con pájaros de colores oscuros teñidos por algún maleficio a manos de alguien con poco corazón o incluso, ¡amanecer sin pájaros a los que saludar!

Algún día podrás sentirte orgulloso porque fuiste valiente. Te plantaste ante ti viéndote reflejado en un espejo de otro. Por fin lo hiciste. Ahora, estás ahí solo entre montañas, las lágrimas resbalan por esas mejillas que lucen rosadas cuando desciende la temperatura, tus manos llenas de barro... no es mentira, lo sabes, las sientes más limpias que nunca. Miras más allá de la consciencia de tus actos, de tus palabras y entonces te das cuenta. Sonríes. Te sonríes ¡y de qué manera!

Aunque ya no haya flores en el camino y el barro te alcance la barbilla.

Aunque el cielo se tiña de morado.

jueves, 11 de febrero de 2010

Rano, el niño miedo

Rano, el niño miedo, está sentado en el filo de la cama y sus piernas larguchas y secas cuelgan desde lo alto del edredón. Abraza con fuerza un peluche gastado, lo aprieta, lo oprime, lo deja sin respiración. Tiene los ojos muy abiertos, enormes en su cara flaca y alargada. El pelo finillo le cae sobre la ancha frente y la melena sin peinar le hace parecer más desgarbado aún. La mirada está clavada en el armario. No la aparta de la diminuta rendija que queda entre las dos puertas.
Rano tiembla. Hay un monstruo en el armario y puede que quiera salir.
Rano, el niño miedo, siempre tiembla. Hay otro monstruo debajo de la cama, una bruja detrás de la cortina, un troll al final de la escalera.
Rano tiembla en su habitación, tiembla en el pasillo y también en el cuarto de baño.
El pijama le queda grande y apenas ves su cuerpecillo temblar debajo, pero sus ojos gigantes se le salen de las órbitas y los ves antes que nada.
Rano, el niño miedo, quiere ser héroe, pero le faltan agallas y le sobra castañeo de dientes y entrechocar de rodillas.
Se mete bajo las sábanas, se tapa la cabeza con la almohada y aprieta su peluche fuerte, fuerte.
Ya no ves a Rano temblar.

Dentro de la cama no hay monstruos.