miércoles, 21 de julio de 2010

desconocidos

Creo que quien me mató no quería hacerlo.
Lo vi en sus ojos mientras me encañonaba: algo así como una disculpa, una súplica de perdón. Entre mis lágrimas lo vi, puede que lo sintiera. Quizá él también lloraba y lo que vi fueron sus ojos húmedos e implorantes.
Durante un segundo dejamos de ser enemigos, de bandos contrarios, países diferentes, culturas opuestas, y fuimos dos personas infinitamente tristes en medio del caos. Dos hombres, uno de rodillas, otro de pie, que se miraban a los ojos sin tener absolutamente nada personal el uno contra el otro.
Dos desconocidos.
Como niños aterrados y desconcertados ante tanta destrucción.

No lo hagas.
Lo siento, no tengo opción.

Sí, sólo dos hombres, uno vivo y otro no.
No le guardo rencor.
Seguro que él también tenía familia allí lejos, donde estuviese su hogar. Unos padres amantes, una esposa enamorada, una preciosa niña rubia con unos enormes ojos azules... Yo pensé en ellos mientras cerraba los ojos.
Sólo un hombre, sí.
Espero que él pudiera volver a casa.

lunes, 12 de julio de 2010

josé

Se llama José y le gusta cantar en los bares oscuros y bailar en la playa al ritmo de las olas del mar. Ama amar lo que merece la pena. Lo que no... pues no. Le encanta correr hasta que se le para el corazón y además le gusta sonreír cuando cae redondo al suelo, agotado. Su madre, que le puso ese nombre español mientras asentía con la cabeza y sonreía, sabe que también le gusta el café con tres cucharadas y tres cuartos de cucharilla de azúcar. Dos granitos más, dos menos. A José le encanta dibujar su imaginación con nubes traídas de Escocia, y además, le gusta mirar sin ser visto. Le gusta admirar con fascinación lo que le sorprende. Le encanta que sus ojos resbalen hacia lo que cree no estar descubriendo, aunque, a veces, puedes ver al tímido de José mirando y observando y descubriendo pero no se da por aludido cuando le sonríes porque sabes que le has pillado. José engañador es un José que miente pero sin maldad porque simplemente le gusta ser un pillastre. Y es que a José le gusta saberse seguro de la calma de su mente. José camina como a caballo porque le gusta galopar por la vida, hace que suenen sus pasos sobre la tierra y hace que se levante el polvo a su paso. José dice "yo estoy aquí" y le encanta que te gires para reírte. José viene con regalos para todos como los Reyes Magos porque a José le encanta hacerte soñar.

Y ama volar.

Por eso no sé por qué detesta quererla tanto.
¿Es una pena?
O es que no la merece.

sábado, 3 de julio de 2010

garabatos

Cositas del mundo pequeño mezcladas con garabatos en la libreta sobre una mesa del salón.

Aquélla mañana salió el caballero a saludarme gentilmente. Se asomó ligerísimamente (tan ligeramente que pensó que no le veía) y cuando vio mi medio tacón aparecer sobre cuatro piedras del camino, se plantaron (él y su sonrisa) en medio de mi trayectoria natural hacia el olvido. Cuando me había acercado lo suficiente, como a cámara muy lenta, subió la mano a su sombrero de paja, entrecerró su ojo izquierdo con paciencia, escondió sus dientes durante medio segundo o menos y casi con una reverencia ceremonial, como de años muy lejanos, como de personas convertidas en reyes, princesas o nobles en general, separó imperceptiblemente el sombrero de su cabeza. Y luego me miró sin pestañeo alguno (esa sutil manera de acariciarme tenía). Sus ojos, como flechas encendidas me atravesaron y me empujaron al lugar del que había salido por la mañana. Trayecto inverso.

Un camino con cuatro piedras imposibles de caminar con mi medio tacón y una puerta por la que se asoma ligerísimamente.
Y se pone un sombrero de paja convirtiéndose en un galán momentáneo.
Y luego sale y le veo y... sumo garabatos.


Esperando el día en el que no salgas a saludarme.