martes, 20 de diciembre de 2011

fix you

-¿Y cómo dices que te sientes?

-No lo sé, es confuso

-¿Cómo que confuso?

-¿Sabes la sensación de sentirte infinitamente desgraciado, mirarte por dentro y no encontrar motivo alguno? ¿sabes lo que es buscar respuestas y solo escuchar ecos que devuelven tu: "hola"? ¿Sabes lo que es caminar sobre la arena y que ni una sola de tus huellas sobreviva a las olas? ¿sabes lo que son las lágrimas que nadie ve, las que se pierden? ¿sabes lo que es girarte y ver mulplicarse las paredes? ¿Lo sabes?





Un muchacho con cara de perdido, encontrado en una habitación abarrotada de cosas absurdas, tumbado sobre la cama con la boca semiabierta y sus ojos en el infinito de un techo de nubes. Punzadas dolorosas en un pecho que respiraba con la mayor de las desganas. Escuchó fix you en su cabeza, la memorizó y me la cantó. Me la cantó. Salió a correr en ese momento de la canción, en ese momento en el que quieres echar a correr mientras llueve. Mientras llueve porque la música te lo exige. Me la cantó. Y cuando acabó nos miramos los piés que se mojaban tras cada ola, al ritmo del mundo. Arañados, desgastados, quemados, rozados, sangrantes pero preciosos nuestros piés.


Me lo dijo después.


-No, no lo sé

-A eso mismo me refiero, no lo sabes

martes, 29 de noviembre de 2011

sonríe

¿Y por qué no ibas a sonreír, si el sol ha vuelto a salir esta mañana y sabes que más tarde las estrellas brillarán, aunque sea detrás de una nube gris y oscura?
¿Por qué no ibas a sentirte bien, si todo lo que necesitas está a menos de una caricia de ti y los susurros en la sombra siguen sabiendo a vainilla y caramelo?
...si los Beatles dijeron que "all you need is love" y a tu alrededor sólo hay un corro de gente que te ama, bailando desnudos junto a tu hoguera...
¿Por qué no ibas a estar tranquilo, si lo peor que pueda pasar es que todo salga mal?
Y qué, después de eso simplemente podría volver a ir bien, y el sol volvería a corretear de un lado al otro del cielo.
...si aún puedes reír, aún puedes llorar, aún puedes estrellarte, aún puedes volar...
¿No es maravilloso?

La única manera de que no te dieras cuenta, es que fueras idiota.
Pero no lo eres.

Sonríe.
Merece la pena.

:)

martes, 22 de noviembre de 2011

eso dicen

Dicen que el otoño llegó hace tiempo. Que se plantó en el primer escalón de la escalera y empezó poco a poco a subir peldaños desconsideradamente. Dicen que cayeron mil hojas que cubrieron los suelos de los parques y que transformaron el sol en nubes húmedas. Dicen que llegó con el viento y que se agarró a la barandilla para no escaparse, para quedarse y para soplarte entre tus huesos. El otoño vino, llegó para quedarse unos días y aun no se ha marchado.



No me di cuenta de cómo ni cuándo lo hizo. Será que seguí ensimismado en la imagen de mis pies entre las olas del mar, que me aferré al recuerdo de unos días eternos de luz. ¿Cuándo?¿cómo fue que...?


Ahora hace más frío, eso sí que lo había notado.

¿Es otoño?
Dicen que es otoño, que empezó hace tiempo. Eso dicen.



martes, 15 de noviembre de 2011

adiós, hola.

Y a Dios puso por testigo,
y a los hados y las hadas,
y a quien pasaba por allí y lo quiso escuchar,
que aquél sería el último día y el siguiente, el primero
de una vida y de otra,
y que ya no habría arriba o abajo
sino una gran llanura en la que poder correr y retozar,
sólo una curva recta que no se acabe jamás.
Así que, pegándole una patada a todo, se despidió con una sonrisa
y cuando aún no se había ido, ya saludaba con la mano al nuevo Hoy.
Ni Bien, ni Mal, sólo my way, silbando despreocupado por una laguna de plata.
Y soltar una carcajada cuando todo el mundo se pone serio y firme,
y que no le importe en absoluto.
Reír, reír, reír. Llorar a veces quizá.
Adiós, hasta siempre, me voy.
Pero volveré.

Hola.
Ya estoy aquí.


martes, 8 de noviembre de 2011

Sol



Le llamaban caracol.

Caracol por su manera de caminar, porque puedes seguir sus pasos si le quieres acompañar. Caracol que se esconde y que aparece hecho un señor, que se esconde y no te mira, caracol que te invita a pasar, caracol que con sus ojos te lo pide. Él, que como hombre, niño o mono danzarín hace sonreír hasta a aquellos insulsos que con apretados puntos sellaron sus labios. Hay días que habla hasta que puedas encontrar mil bocas con forma de O... atrevido lenguaraz.

Caracol nació de plantas verdes con olor a fresco, tapó sus oidos, cubrió sus ojos y extendió sus manos... Qué inteligente resultó, qué atrevido.



- ¿Y qué encontró?

- Lo que nadie buscó








martes, 25 de octubre de 2011

dulce aroma a tormenta

Es la hora.
Sientes el calorcillo en la espalda y tus pies empiezan a cosquillear.
Todo brillaba hace un segundo, pero la magia no se acaba cuando se enciende la farola. Aún hay tiempo. De hecho, acaba de empezar.
¿Lo hueles?
Sí, no puedes esperar mucho más. El hormigueo llega ya a todas las partes de tu ser. Ser o no ser, eres lo que quiera que seas, y así está bien.
Puedes empezar a ensayar tu rugido. Otros lo están haciendo ya, y te responderán gustosos.
Humm, dulce aroma a tormenta. El murmullo se empieza a levantar.
Puedes pegar un par de saltos antes, si quieres. Puedes gritar.
Es el momento que siempre trataron de evitar, el instante que eternamente nos han intentado arrebatar.
¿Qué van a hacer ahora?
Veo que sonríes. Efectivamente, no pueden hacer nada. Ya es demasiado tarde. Aunque esto acaba de empezar.
Prepárate para salir galopando.

Ha llegado la hora de volvernos salvajes.

martes, 27 de septiembre de 2011

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Anoche creí ver la luna colgando en tu tejado, pero resultaste ser tú maullando entre los gatos tu triste canción felina. Mientras las hebras de plata de tu pelo me deslumbraban pensé que sería maravilloso quedarse así, contemplándote, salvaje y delicada, por el resto de lunas que me pudieran quedar. Creí ver que me mirabas, desde tu altar de tejas rojas, y le sonreías a este pobre infeliz, pero quizá me equivoqué y sólo fue el reflejo de mi anhelo sobre tu blanca piel impasible. Por qué ibas tú a inquietarte por alguien a quien no ves, dulce diosa despiadada. Por qué ibas a mirar hacia abajo si las estrellas brillan encima de tu cabeza.
Y sentado entre las sombras donde no llegan tus rayos, encandilado con tu lastimosa melodía, pensé que no se estaba tan mal, a varios metros de tus pies, siempre que me prometieran que cuando alzara la vista ibas a estar allí, arañando la noche con tus garras de porcelana, desafiando a esa luna, que no es más que el espejo de tus rizos, a que deje de ocultar su cara y te pida perdón por querer refulgir en tu mismo cielo.
Y supe que no podría ser tan malo esperar eternamente a que me atravesaras con tus ojos de zafiro, mientras los gatos hacían los coros a tu risa y el mundo se paraba para contemplarla.
Y así, una noche más, te sueño bajo tu tejado, por si hoy quisieras bajar.

lunes, 29 de agosto de 2011

nubes y marea

¿Oyes? El cielo está gritando otra vez, y debe ser porque no has venido.
Te esperé ayer y antes de ayer, con los pies bañándose en las olas y el pelo enredado en copos blancos de algodón, pero tú no quisiste venir, o no pudiste, o se te olvidó. Y mientras subió la marea y la nieve se hizo agua y yo tuve que correr, cada vez más pesada, arrastrando kilos de plomo en el pecho, hasta la colina más alta.
Y allí te volví a buscar, con un vestido de nubes y una diadema de estrellas, mirando desde la cima a cada esquina del mundo. Te llamé, te grité, ¡ven! Pero mi voz era ya muy débil y el infinito muy grande y tú no quisiste venir, o no me oíste.
Por eso el cielo grita ahora en mi nombre, ¡ven! Y él ruge fuerte y furioso, todo lo furioso que yo no puedo estar mientras te espero, ¡ven! porque está enfadado contigo, por no venir.
Si se te olvidó, fue un descuido imperdonable.
Si no pudiste es porque no luchaste lo suficiente.
Si no quieres...

El cielo brama en lo alto y mis pies juegan con las nubes hasta que suba la marea.

martes, 2 de agosto de 2011

Anoche soñé con el lugar. Con ese lugar.


Entre las rocas se dibujaba un escondrijo de cartón-piedra que resultaba el lugar más atractivo de la playa. Y entre pedrusco y piedra pequeña un cuerpo femenino como definición de soledad encontré mientras soñaba. Aquel rincón había sido escogido por la muchacha a conciencia, único rincón de todo el universo en el que, únicamente el mar (y en pocos minutos también los rayos curiosos del sol) podrían ver la seda de sus muslos. Se cargaba el rostro de sonrisas que regalaba a la sal pero entre diente y diente sentía pinchaditas suaves sobre un pecho cabalgante.


- Que no es tristeza lo que sentía - Me contó después. Y si hubiese mirado en sus ojos durante el sueño lo hubiese sabido. Si me hubiese asomado para verlos, me hubiese perdido.


Olía a millones de preguntas que bailaban vals y que igual que venían y amenazaban con su presencia inquieta, volaban corriendo hacia tierra firme arrastradas por la brisa marina.


- Hola - llegué a decirle a los rizos de su pelo.

- ¿Por qué estás tan sola aquí?

Una pregunta más al viento.

Como una más de las rocas que la abrigaban, no movía un solo músculo. Su olor lograba acariciarme el olfato con finura por lo que quise acercarme más a su cuerpo inmóvil. Apoyé mi tronco un poco menos en la piedra y un poco más en el aire...



¿Cuándo ocurrió que parpadeé y desapareció? ¿cuándo? ¿cómo...?

Sería que el mar y sus olas se la llevaría.
Y ya sólo vi mi rostro reflejado entre la espuma.







En medio del sueño recuerdo que levanté los ojos a mirar los recuerdos, les sonreí y me fui.

sábado, 25 de junio de 2011

Querido tú.


Verás, resulta que te echo de menos más de lo que cabría pensar. Resulta que, cuando cierro los ojos por las noches, no puedo dejar de pensar en el día que comimos espaghetti a media noche o aquel día en el que estuvimos cantando a las estrellas hasta que escaparon por la ventana. Recuerdo las mil historias de pseudofantasía que solía hacer como que me creía. Recuerdo las gaviotas que volaban sobre nuestras cabezas cuando decidimos escaparnos sin ser vistos y disfrutar de un poco de olor a sal. Recuerdo las ganas que me invadían de que me abrazaras al dormir. Recuerdo que me gustaba sonreír.


Ahora, mis dientes se esconden tras unos labios cosidos, ¿la culpa? la culpa no existe. Si tuve que huir es porque era necesario. Es porque, quizás, te hubiese clavado un alfiler con cada mirada que en un momento dado te hubiese entregado. Es porque ya no había más sonrisas que sacar. Es que el viento dejó de soplar a nuestro favor.






Mis piernas corrieron mientras pensaban en ti. Mientras dejaban de pensar en ti.

Querido tú. Nunca te perderás entre mi niebla.

domingo, 15 de mayo de 2011

concluyendo...

Conclusión nº 1:
No estás buscando donde debes

Conclusión nº 2:
No estás buscando lo que debes

Conclusión nº 3:
No sabes lo que debes buscar
Conclusión nº 4:
Cuanto más busques, menos sabrás qué buscar
y aún más probablemente no lo encuentres

Conclusión nº 5:
Aun así, puedes sobrevivir

Conclusión nº 6:
Tú decides si con eso te basta


Conclusión final:
Sacar conclusiones es una pérdida de tiempo

lunes, 9 de mayo de 2011

vino y













vuelve,
vuelve,
vuelve,
vuelve,
vuelve,
vuelve,
vuelve,
vuelve,
vuelve,
vuelve,
vuelve,
vuelve,
vuelve,
vuelve,
vuelve,



vuelve...












y se volvió a quedar.






martes, 12 de abril de 2011


Su respirar solía resultar dificultoso cuando caminaba por aquí. Por ello es que solía parar en seco, cerrar los ojos fuerte y trasladarse a aquel país de la quinta galaxia para recoger su aire azul de olor a árboles. Aquel lugar, donde su mente depositaba su total existencia, resultaba un lugar inaccesible al humano de a pié.


¿Y por qué no? Sólo debía volver a la quinta galaxia de vez en cuando... mientras, podía disfrutar creyéndose un humano más. Como vivir entre nubes o dibujar con aire.

Pero era joven para retirarse.






viernes, 11 de marzo de 2011



Nació de una semilla de manzana.
Su pelo era rubio y eterno. Lágrimas de sol. Oro.
Sus ojos, grandes caracolas, como ventanas para ver el mar. Para olerlo.
Su piel blanca y perfecta como mármol caliente. Deleite de mis cinco yemas.
Sus labios como millones de frambuesas. Si se acaba el verano, que sea mientras me susurras al oído.


Pudieron pasar años. Pudo mi barba acariciarme los dedos de los piés. Pudieron mis lágrimas congelarse y parecer piedras en mi rostro. Pudo la silla sobre la que me sostengo romperse en tres. Pudieron mil arrugas partirme en trozos de número infinito. Pudo el tiempo haberme cansado.


Pude haberme marchado en cualquier momento.
Ni el viento helado me movió un solo pelo.








Cuando abra otra manzana, me seguiré acordando de ti.







viernes, 11 de febrero de 2011

No mucho



¿Cuánto crees que puedes estar mirando brillar las gotas en el cristal de una mampara mojada?
¿Cuánto, sin sentir tu cuerpo
des
nudo mientras éstas se enfrían sin piedad sobre tu piel?
¿Cuánto tiempo puedes pasar ensimismado en esas perlas centelleantes sin pensar que son sólo agua sino un firmamento preñado de estrellas que te guiñan el ojo con ternura, sin saber que sólo es un foco, sino el Lucero del Alba, que te
lleva lejos, más allá de ti?
¿Cuánto crees que puedes quedarte así, muy quieto, sin pensar en la angustia, en la incertidumbre, la desazón? ¿Sin sentir el cansancio de cada minúscula migaja de tu cuerpo, el agotamiento de tu esencia, el dolor de cabeza?
Sin pensar, sin sentir... nada.
¿Cuánto...?

No más de dos minutos.

sábado, 29 de enero de 2011

Cayeron las lágrimas de su elegante, fina y siempre delicada tristeza. Cayeron mojando tierra y sol. Su angustia surgió de repente sorprendiendo y nublando su sonrisa.


¿Por qué tiene que ser así?

Mis ojos reflejan otro color cuando te piensan.






La vida, que resulta ser muy puta.

viernes, 21 de enero de 2011

Cuando todo se paró

Me miraría después de que sus ojos escupiesen las lágrimas de su angustia.
Cuando, entre árboles dorados y negro algodón me vi escondido, me rodeó con sus ojos soleados.
Me miró cuando, tras llover y llover, el cielo puso fin a sus tristes cavilaciones y dejó mostrar los reflejos de blanco mármol entre sus dientes.
Cuando descubrí destellos entre sus cabellos alzó la mirada. Me miró.


La mujer.
Aquella mañana había salido a pasear por aquel parque infinito de marte con la intención de perderse un día más entre las mil cien ramas que lo poblaban. Había desayunado café y dos tostadas de mantequilla con mermelada de frambuesa, por eso será que sentía la efervescencia de su cerebro sonando a intensa actividad. Leyó todas las letras que escritas en los rincones hallaba y pensó cada letra, pensó su sentido y el baile de su escritura. Pensó los pasos que daba, el mecanismo del avance, a dónde se dirigía. Pensó hasta las voces que escuchaba, el timbre de las mismas, quién las recibía. Caviló tanto de todo y de nada que emborronó su cuaderno de ideas estúpidas hasta caer desde la ensoñación a la viva realidad.



Había sido profundo lo mirado, complejo y ajeno a lo común. Fue un pestañeo ligero que la despertó. Un mirar de reojo. Puedes llamarlo casualidad.



Se encontró en la superficie.

Halló lo esencial.
Soledad.

De entre los bancos desconchados del inmenso parque eligió el más escondido. De entre las ramas , las más tupidas. La más oscura de entre las nubes. Llovió.



El hombre.
Había madrugado mucho esa mañana nublada de octubre. Le había apetecido tomar café en la ventana del salón mientras miraba la inactividad típica de las calles al alba. Era un caballero sencillo en su esencia, cosido a punto de cruz. Solía encantarle mirar el azul de un mar, oír el pitido único de cada claxon o sentir el frío de una cuchara contra su carrillo. Pensaba inexistente el placer de la risa danzante de ombligos o el calor de los abrazos, basando sus pequeñas porciones de felicidad en paseos por aquel parque infinito que solía transitar alguna de sus mañanas.

Fue al pisar tierra marciana cuando se asombró al verse nadando en las profundidades de los lagos y mares donde encontró lo que, sin saberlo, andaba tanto tiempo buscando. Vio su figura cual triángulo equilátero.



Se encontró en lo profundo.

Halló lo esencial.
Soledad.

Por primera vez escuchó más allá de sus pensamientos buscando una porción de la vida que le faltaba. Agudizó el oído. Llovía.



Ella me miró después. Después de guiarme para que la encontrara me miró. Me miró para hacer saltar a mi ombligo y soplar entre las raíces de mi pelo. Sus ojos me abrazaron entre rayos de sol.


Y mi mundo se acabó.
El suyo también.