viernes, 11 de marzo de 2011



Nació de una semilla de manzana.
Su pelo era rubio y eterno. Lágrimas de sol. Oro.
Sus ojos, grandes caracolas, como ventanas para ver el mar. Para olerlo.
Su piel blanca y perfecta como mármol caliente. Deleite de mis cinco yemas.
Sus labios como millones de frambuesas. Si se acaba el verano, que sea mientras me susurras al oído.


Pudieron pasar años. Pudo mi barba acariciarme los dedos de los piés. Pudieron mis lágrimas congelarse y parecer piedras en mi rostro. Pudo la silla sobre la que me sostengo romperse en tres. Pudieron mil arrugas partirme en trozos de número infinito. Pudo el tiempo haberme cansado.


Pude haberme marchado en cualquier momento.
Ni el viento helado me movió un solo pelo.








Cuando abra otra manzana, me seguiré acordando de ti.