sábado, 25 de junio de 2011

Querido tú.


Verás, resulta que te echo de menos más de lo que cabría pensar. Resulta que, cuando cierro los ojos por las noches, no puedo dejar de pensar en el día que comimos espaghetti a media noche o aquel día en el que estuvimos cantando a las estrellas hasta que escaparon por la ventana. Recuerdo las mil historias de pseudofantasía que solía hacer como que me creía. Recuerdo las gaviotas que volaban sobre nuestras cabezas cuando decidimos escaparnos sin ser vistos y disfrutar de un poco de olor a sal. Recuerdo las ganas que me invadían de que me abrazaras al dormir. Recuerdo que me gustaba sonreír.


Ahora, mis dientes se esconden tras unos labios cosidos, ¿la culpa? la culpa no existe. Si tuve que huir es porque era necesario. Es porque, quizás, te hubiese clavado un alfiler con cada mirada que en un momento dado te hubiese entregado. Es porque ya no había más sonrisas que sacar. Es que el viento dejó de soplar a nuestro favor.






Mis piernas corrieron mientras pensaban en ti. Mientras dejaban de pensar en ti.

Querido tú. Nunca te perderás entre mi niebla.