miércoles, 14 de marzo de 2012

C'est la vie

Sonreí. Me la habías vuelto a jugar.
Una vez más.
Bah, como si me importara, como si me importaras. Como si me llegara a importar yo misma. Le regalé una sonrisa resignada al sol, que me acariciaba la mejilla un poco triste: "Pobre niña boba", debía pensar. Le susurré que no se preocupara, que era lo de siempre. Que los arañazos ya no escuecen cuando no queda piel nueva que arañar. Le pedí que siguiera cantándome su canción de rayos tibios besando mi pelo.
Sí, un poco boba sí. Pero ya daba igual. Tus trampas resbalaban sobre mi cuerpo como una lluvia inoportuna, molesta, pero que se acaba secando. ¿Qué cabía esperar? No iba a llorar cada vez. La pobre tonta también se llegaba a cansar, después de todo. Y hasta soltó una carcajada sincera, que asustó un poco al viento que la despeinaba.
Mientras una nube blanca pasaba correteando con prisa por encima de mi cabeza, hice un brindis amargo y suave y cruel con una copa llena de verdad y tragedia, de sonrisas y lágrimas, dedicada a cualquier chiflado que osara mirar. A tu salud, dulce locura.
Sonreí, bajo los mimos del sol, encogiéndome de hombros y cantando c'est la vie!
Y miré el atardecer consciente de que me la habías vuelto a jugar.

lunes, 12 de marzo de 2012

el espejo


Asomé sólo medio de uno de mis ojos en plata para que no me doliera ver lo que no quería ni mirar. Asomé medio ojo. Te vi, chica de cabellos castaños detrás del espejo una vez más. Ni mi reflejo, ni mi cara, ni mis manos sino tú. Chica de cabellos dorados estabas, como una de tantas veces, tras el espejo que nos separa desde años atrás, con la mirada más perdida e inquietante que jamás vaya a existir. Chica de cabellos carbón que atraviesas con tus ojos (si es que pudiera llamar ojos a aquéllos que así lo parecen pero ni miran, ni observan, ni contemplan) mi figura delante del espejo. Siempre me encuentro (¿me hallas?) delante del espejo. Aparece de la parte inferior de tu imagen, tu mano, que asciende alcanzando tu cabeza y arrascan tu frente tus uñas mientras alzas mínimamente las cejas. Como si esa expresión banal fueses capaz de realizar. Tus ojos, ni se mueven. Los pegaste bien pegados al infinito.


Asomé medio ojo. Medio. Porque me daba miedo que al minuto de observar lo que no existe, unos labios de nubes oscuras se me acercaran al oído a contarme tus secretos... ¿qué secretos son esos? que ni tus ojos otoñales, ni tus labios calientes, ni tus mejillas rosadas o que ni siquiera tus gafas de pasta azul podían rozarse en un universo real. Pero allí me mantuve chica solitaria. Moví mi mano con un movimiento persistente delante de tus ojos por si, casualidades de la vida, simplemente habías escapado un rato pequeño de ésta que tan solo realidad parece, pero no lo es ni para mí.

Asomé la mitad de mi ojo para no poder ni plantearme que yo mismo te había dibujado en el espejo con colores producto de cortocircuitos de mi sentido común.




(¿siguen siendo ojos tus ojos? Será que, como los mios, son poco comunes tus sentidos...)

Me mantuve allí chica inventada, delante del espejo. Hasta te sonreí de vez en cuando.














"Siempre fuiste un espejo terrible, una espantosa máquina de repeticiones, y lo que llamamos amarnos fue quizá que yo estaba de pie delante de vos..."
                                                                                                               Rayuela, Julio Cortázar