viernes, 26 de octubre de 2012

Eso


Qué frío en el bosque pelado de hojas y cubierto de ojos oscuros y lejanos. Las risas que no rebotaban en ninguna pared, en ninguna pared de metal y ahora, ladrillos de corcho. ¿Y qué se supone que viene ahora? ¿que despegue la piel de su cuerpo y deje al mundo ver lo débil de sus músculos y el hielo de sus huesos? ¿qué viene? ¿y quiénes se van? Ya volverán. U otros vendrán.

Con mantas y calcetines como calefacción central y no más. Con cosquilleos en mi abdomen cubierto y con sonidos que suenen a sonrisa y no más.Y respirar. Nada más.


viernes, 19 de octubre de 2012

el último adiós

Sería el último adiós, lo juró, y cuando una triste sonrisa rozó su cara, se fue y no volvió.
Dibujé entre las hojas los días que rodaron desde entonces, inventé una canción que compartí sólo con el viento y esperé que sus pasos le perdieran hasta volver a sentarlo junto a mí, pero lo había jurado, y no habría más caricias después de la apenada brisa que nos despidió.
Creí que el último adiós significaba Siempre Conmigo, pero entonces sonrió, con esa sonrisa suya que abrazaba toda la melancolía del mundo y te hacía querer llorar hasta morir y se marchó, la última vez.
Y mientras, las nubes vinieron, bailaron, se fueron y volvieron a venir; y el viento cantó a coro mi canción mientras se escondía revoltoso entre mi pelo; y el día y la noche jugaron a perseguirse eternamente, sin llegar a pillarse jamás.
Lo juró.
Y los árboles siguieron de pie a mi alrededor, llorando sus hojas doradas sobre mi cabeza, susurrando recuerdos tintados en sepia.
El último.
Y sus pasos siguieron en línea recta el camino más corto entre Aquí e Infinitamente Lejos.

Adiós.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Los ladridos


El cuerpo pintado vomitando neuronas, sacando sus sesos y pegándolos en la pared; esparcidos éstos en una pared infinita, intenta el cuerpo sin lograrlo, con aguja de plastilina e hilo de carbón, coser y formar el tejido de su propio pensamiento. Si coge aguja e hilo para coser el tejido de otro pensamiento agónico de vida, muerto en vitalidad, repleto de frustración, de desprecio no puede más que escapar, correr su propio cuerpo pintado en cualquier dirección, hasta que se convierte en un borrón amorfo. El corazón sobre la garganta le rebosa y zapatea a ritmo militar. La mano en su pecho se posa para intentar mediante magia, ilusión o súplica que sus costillas se separen y se expandan sus pulmones. El cuerpo pintado con carbón y volumen de plastilina que hace desaparecer su forma sobre la pared, convirtiéndose en una mancha que se recompone de lágrimas de angustia hasta armarse de nuevo con hilo y aguja y los enredos del seso.