miércoles, 26 de diciembre de 2012

Compañero a los pies de mi cama


Son sólo pedazos de hueso que recuerdan que alguien los vistió hace... ¿años? ¿siglos? Empolvan la mesa sobre la que los tumbas dejando pedazos de esencia de reyes o vagabundos. Te cuentan historias de viento y polvos helados que tienen de verdad lo mismo que mis sueños nocturnos. Bajo su techo de cartón se hacen llamar "Charles" (o "Charlie" para los afortunados allegados que pueden acariciar sus restos).

¿quién es "Charlie"? ¿qué hace aquí?

Nadie lo sabe. Al menos... es callado ¿no?






viernes, 21 de diciembre de 2012



—¿Y si de verdad se acaba? ¿Y si es el fin?—preguntó algo inquieto el dragón a la princesa.
—Bueno, en ese caso fue un placer pasarlo contigo.


jueves, 20 de diciembre de 2012

Acaso

Se le daba tan bien aconsejar como mal seguir sus propios consejos. Aun así siempre sonreía cuando le regañabas. Bueno, siempre no. De hecho, casi nunca. Pero eso da igual. Sonreía muchas veces. Y te hacía sonreír a ti. ¿Acaso no es eso lo importante?
Mientras el jazz mecía su cuerpo, tú la mirabas de lejos, como si fuera una estrella del cine que no pudieras tocar. Creías que estaba medio loca, y llevabas razón. ¿Acaso alguien no lo está?
Y cuando el piano sonaba, ella buscaba con quién bailar. Demasiado riesgo para ti o para cualquier otro. Todos distéis un paso atrás. Y la sonrisa triste fue su única pareja de baile. Pero sonreía. ¿Acaso había algo más bello?
Los luceros fueron lloviéndole sobre el pelo y los hombros, el frío fue rodeando suavemente su cintura y el tiempo se tomó un descanso para contemplarla. Mientras tocara la orquesta la veríais danzar, descalza, con sus rojos zapatos de tacón en una mano y una súplica de compañía en la otra. Pero bailaba y era hermosa. ¿Acaso importaba que estuviera sola?
Cómo iba a llorar si una jovial melancolía perfumaba su aliento. Y de repente, una absurda alegría comenzó a colarse como sin querer en tu corazón de hielo y sin saber ni querer saber por qué, todo era un poco menos malo y quizá el mundo acabara al amanecer.
Y la improbable esperanza de un fin te hizo bailar con ella, por lo que pudiera pasar.
Así que los tacones rojos rodaron por el suelo rodeados de dos pares de pies que habían perdido durante un delicioso momento el control.
¿Acaso importó por qué?