lunes, 26 de agosto de 2013

el lunar que moramos


Y mira cómo al final ha resultado que tenías razón y todo esto no es más que un círculo perfecto y cerrado y caliente sin quemar. Míralo, maldito, el círculo que rodeo cada noche al bailar sin mis zapatos en los pies, ni los pies en el suelo. Qué hiciste tú con tu electricidad simpática y sencilla, qué hiciste con las descargas para que yo las notara entre los dedos de las manos, de los pies, entre los pelos y los poros, entre mis ojos, entre mis labios. Me enchufaste alas de aire fresco y me soplas las plumas para despegar del suelo mis pies y así bailar rodeando el círculo perfecto y cerrado y ardiente. Me anudaste a tu cuerpo por ese lunar, ese lunar que te empeñaste en poblar y donde has edificado un templo donde espero soñar que hay tormenta de verano y me apoyo en tu pecho a escucharte latir y respirar y sonreír. 


Anidaste en mi cuello despacio, haciendo un hueco a tu antojo y ahora...



       

 ...ahora te abrazo hasta fundirte.


lunes, 19 de agosto de 2013

Cuando estábamos todos

Cuando estábamos todos;
cuando las noches se juntaban con el día sin que la risa dejara de flotar a nuestro alrededor;
cuando lo único que nos preocupaba era cuánto podríamos seguir bailando;
cuando no había rencor ni despedidas, sólo riñas estúpidas y reencuentros;
cuando el vino nos hacía abrazarnos más fuerte y gritar más alto nuestros nombres;
cuando dormíamos mil horas sin miedo ni remordimiento;
cuando fuimos idiotas y nos creímos invencibles;
cuando todo era increíblemente fácil o ridículamente complicado.
Entonces, que fuimos felices.

Cuando estábamos todos...

Aquéllos,
                  los buenos tiempos.

jueves, 18 de julio de 2013

Tus ojos verdes

Tus ojos verdes algún día me matarán de golpe. Pararán en seco el tictac de mi corazón y yo sólo podré sonreír tontamente al verme morir frente a ti.
Porque tus ojos verdes me matan un poco cada vez que los veo, pero un día me matarán del todo y ya no los volveré a ver más. Y así, el mundo se apagará a mi alrededor y pasaré de la menta de tu iris a la más profunda, tranquila, dulce y temible nada.
Tus ojos verdes podrían ver en los míos, a través de los míos, más allá de los míos. Podrían bucearme, atravesarme, aplastarme. Podrían rehacer todo lo que soy, o engrandecerlo, o destruirlo. Podrían hacerme volar, sin ocuparse de cuánto me dolerá al caer.
Quizá me podrían salvar.
Pero sin duda tus ojos verdes me matarán algún día y ese día será el mejor o el peor o ninguno, aunque sé que sonreiré. Me ahogaré en tus estanques de esmeraldas sin preocuparme más que por vislumbrar un último resplandor de su embrujo.
Porque lo sé, sé que fueron el principio y sé que serán mi final. Y aún así, seguiré dejando que me consuman lentamente hasta que no haya nada más. Hasta que la última estrella se extinga y no haya en el universo más que dos pozos de jade que me hagan olvidar la realidad.

Tus ojos verdes algún día me matarán y yo te seguiré adorando igual que ahora.

lunes, 10 de junio de 2013

Breve final

Un día explotó hacia dentro
y entre los escombros sólo encontraron
                                              su sonrisa.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Hubo tiempos en los que creyó que las aguas fluían en favor de su destino, y se sorprendió con los pulmones anegados de fango a punto de dar su última bocanada antes de casi llegarse a ahogar.
Días vinieron que le cantaron poesías con olor a rosas, pero el otoño marchito le arrebató las fragancias y los pétalos y le recordó una mentira vestida con traje de espinas.
Los astros no formaron una línea perfecta que señalara su horizonte y, soplar, soplaron los vientos, pero siempre en la dirección equivocada.
Lunas, soles, estrellas y rocío crearon cuadros espléndidos que se desvanecerían cada ensoñación y negro, frío y nieve cubrieron su almohada con una madrugada más.
Sabía que no llegaría. También sabía que él no saldría a buscarlo. Esperar, respirar, dormir o anhelar y una rueda incesante de mariposas y escorpiones rodando pendiente abajo.
Y algún dios riendo en su trono de nubes, contemplando con sarcasmo el devenir.
Celeste, naranja, rojo, morado. Azul, azulísimo. Negro. Los colores volverían a cambiar. La sonrisa irónica volvería a iluminar el universo.
Siempre fue así, o eso le dijeron. Tampoco creyó necesario investigar.
Era sentir todo o sentir nada y nunca había sabido nada de sentir poco.
Esquivar a la cordura, como juego divertido y peligroso. Saltar, sin llegar a levantar los pies llenos de barro.
Tampoco llegó a creer necesario volar.
Y cálidamente tumbarse entre las flores y las zarzas, a escuchar el agua correr en la dirección equivocada.

sábado, 4 de mayo de 2013

aquélla fue

Ocurrió aquella noche en la que las mil lunas que habíamos dibujado levantaron sus piececitos del suelo hacia el cielo, para acompañarse de mil luciérnagas sonrientes y una oscuridad inalcanzable con mi mano y con la tuya. No sé si llega tu memoria a alcanzar la noche que fue, la noche en la que tu respiración y la mía se unieron para atrapar el oxígeno flotante del universo para hacerlo único, de color violeta o yo qué sé. Recuerdo que noté tus labios anidando en mi cuello y los quise coser o pegar o yo qué sé, para que no moraran otro cuerpo, para que, cuando entre mis sábanas estuviera, notara los besos que me brindan los recuerdos. Aquella noche no terminó como otra cualquiera, no terminó o no sé si es que el sol desapareció o ya no lo volví a ver porque tapé mis ojos con tus sonrisas y el sonido de tus sueños alados y aquellas palabras que olían a rosas rojas. Es la noche de mi infinita gracia, la noche que me convertí en reina y en soldado, es aquella noche. No sé si recuerdas que me plantaste un beso en la mejilla y ya se me olvidó que existía un mar bravo lejos de allí o unos árboles secos u otro mundo de lamentos, lágrimas o yo qué sé. La noche que el viento sopló llevándose mis cenizas que habían hecho campamento entre mis tripas. No sé si te acuerdas que dormí entre los abrazos que tú tallaste y los expuse en mi museo dorado.

 La noche de mi paz o... yo qué sé.


miércoles, 27 de marzo de 2013

camino

Podría aceptar que el camino fuera pedregoso y que los guijarros cortados sin piedad por tantas madrugadas plateadas le desgarraran la blanca piel de sus pies. Podía afrontar el seguirlo a tientas, a gatas, a ciegas, sin más pista que sus propia sombra entre la más negra oscuridad. Podría soportar buscarlo ayudado sólo con un mapa dibujado con estrellas que devora la feroz boca de la noche inmensa. Era capaz de soportar el miedo, de no petrificarse. No le importaría llorar.
Si la senda existiera, la seguiría. No diría que sin dudarlo, porque lo dudaría una y cien veces. Pero, aun así, la seguiría. Era demasiado tarde para volverse atrás y demasiado pronto para dejar de avanzar, así que daría otro paso sin prestar atención al baño escarlata que sus pies daban a su rastro. No sería difícil encontrarle, si se le quería buscar.
Haría una enorme cordillera juntando tres granos de arena y luego la echaría abajo de un soplo, como todas las batallas internas que había llegado a librar. Se quitaría el yelmo para gritar con furia antes de decidir atacar otra estúpida vez a un nuevo molino. Si el camino fuera real, podría matar al dragón con sus propias manos para recorrerlo, aunque sus profundos ojos de lava no le volviesen dejar dormir.
El pánico, la angustia, la frustración, la soledad. Podía vencerlos a todos, aunque le fuera su pálida vida en ello.
Sólo una cosa podría paralizarlo, anclarlo al suelo, hacerlo morir:
que no hubiese camino.

martes, 5 de marzo de 2013

devenir


Es el momento que llega y no ves venir, ese instante que, de puntillas, te asomas a ese vacío negro y oscuro. Te agarran esas cuerdas al mismísimo cielo, al oxígeno de flores, al mundo ese que pensabas que para ti no era. ¿Y qué es lo que toca ahora? Te toca con su mano en el hombro para tranquilizarte, para que te gires y sonreírte con frescura y soplarte un poco entre esos labios sonrosados, entreabiertos.

Es definitivamente lo mejor en ciertas ocasiones, dejar descansar tus neuronas, cantarles algo fino y dejarlas dormir para que no estorben el ritmo sosegado de tu abdomen inflado y desinflado. Deslizar mis dedos entre los recuerdos, noche tras noche sabiendo que las ensoñaciones reviven entre cuatro paredes cualquiera.

Y el secreto no es ninguno, es una casualidad extraña que se te antoja caprichosa, es lo que viene o lo que toca como si no pudiera venir o tocar otra cosa. Que te rindas a la música que te trae el aire y las nubes, que te rindas a sus caricias, que te rindas y lo demás es lo que viene o lo que toca.


domingo, 3 de febrero de 2013

Lo que eres

Eres un mensaje en una maldita botella que no arrojarás jamás a ningún mar.
Mil pergaminos con una súplica sorda y acuosa que se diluye como la vieja tinta en el rasgado papel.
Dos gotas saladas resbalando por una mejilla.
Los gritos que morirán antes de escapar de una garganta estrangulada.
El lamento que sólo unas pupilas supieron pintar.
Eres todo lo que nunca llegaste a ser, cuando deberías ser lo que fuiste.
El fracaso dando un beso tierno en el cuello de su víctima, antes de hacerla dulcemente caer.
El miedo a todo.
El auxilio que nunca pedirás.
La nada.
El ¿por qué? eternamente preguntado e infinitamente sin responder.
La calma atormentada, el trueno silencioso, la tempestad.
La risa hueca.
El corazón.
Eres el dolor más sonriente.
La niña perdida en el bosque. El lobo que la devora. El lobo que la llora.
La paz.
Eres tu propio infierno, las cadenas, la condenación.
El reflejo que nunca quisiste ver.
El día bueno de míster Hyde.
El suspiro que sí logró escapar del alma enclaustrada.
Los días pasando, uno detrás de otro, ordenados y sin empujarse.
La locura.
El túnel sin una luz al fondo.
La cordura que te puede matar.
La piel desnuda bajo el disfraz.
El origen de todas las cosas.
Eres tu propio final.

domingo, 20 de enero de 2013

Implosiva

A veces metía la cabeza en el saco donde estaban todas las canciones que nunca le habían escrito pero que hablaban de ella, que eran tristes o alegres coincidiendo curiosamente con si su día era triste o alegre; el saco que escondía debajo de las mantas, y los libros, y las sonrisas, y que era suyo y sólo suyo y por eso le encantaba. El que nadie nunca vio. Dejaba que una sábana de suave calma le tapara el pelo mojado y esperaba.

La tormenta estaba al llegar.
Oía sus pasos.
Olía su perfume.

No siempre venía al final; en ocasiones, unas pocas gotas viajando en una brisa revoltosa era todo lo que se pasaba a saludar. A veces se dormía en la orilla, contándole a una caracola cómo era el sonido del mar y una de sus canciones alegres venía a darle los buenos días a la mañana siguiente. Y todo había sido un sueño, y todo era igual que ayer, y todo volvía a poder ser o no ser.
A la tormenta le gustaba jugar.
Pero se había acostumbrado a jugar con ella, y ya no le importaba. Sólo esperaba que viniera o que no viniera. Sólo esperaba, siempre, y eso era lo peor.

Y entonces, a veces...
La gran implosión.
El Big Bang al revés.

Aunque el mundo sólo oiría el susurro de una mariposa y una carcajada menos fuerte.
Pero si prestases un poco de atención, puede que escucharas de fondo una alegre canción cantada por una caracola.
No creas entender, no deduzcas, no interpretes. Sólo son palabras sin fondo. Puede ser, puede no ser, puede que nunca haya sido.
Puede que el huracán pase de largo. O que ella se quedara durmiendo en la arena otra vez, con la cabeza apoyada en un saco ajado.
Y flores, escarcha, lluvia y fuego. Y nada al derecho y todo sin sentido.
Y canciones,
y canciones...
y quizá
una tempestad a punto de implosionar.



Sístole


Sólo era una figura mal dibujada entre la niebla más espesa de las calles de Londres. Solía deambular cuando al caer la ceniza de mil frías noches escapaba entre los trocitos de hielo del Támesis para encontrar un lápiz del número 1 que se atreviera a dibujar su contorno imperfecto. ¿Y quién es? ¿qué es? ¿mujer por su larga cabellera? ¿fantasma por su empeño en desaparecer como el humo? ¿sombra por esconderse entre lo negro de un rincón solitario? ¿o un rayo de Luna, Gustavo?

Nadie lo sabía y muchos y todos y casi todos temían averiguarlo.

Cuando se dejó rozar una mejilla con el sol perpendicular, de cuando calienta, de cuando achina porque escandila, bailó las canciones de un puñado de pianos que sonaban a ritmo de allegro y ocurrió que desenrolló las cuerdas de algún pintor valiente y solitario.

Y quiso llorar, resbalar lágrimas de yodo por sus mejillas desiertas cuando al ver reflejada entre aguas inglesas su figura recién repasada y perfectamente delineada, observó con detalle y cosió con cruces en su memoria que sólo era un mujer que abandonó su tez mohína y lucía sonrisa y ojos que silbaban el amanacer despejado.

Lo notó sonando a canción de jazz como si un contrabajo tuviera en su pecho con dientes, encías y miradas no premeditadas. Lo notó y respiró y durmió.