La tormenta estaba al llegar.
Oía sus pasos.
Olía su perfume.
A la tormenta le gustaba jugar.
Pero se había acostumbrado a jugar con ella, y ya no le importaba. Sólo esperaba que viniera o que no viniera. Sólo esperaba, siempre, y eso era lo peor.
Y entonces, a veces...
La gran implosión.
El Big Bang al revés.
Aunque el mundo sólo oiría el susurro de una mariposa y una carcajada menos fuerte.
Pero si prestases un poco de atención, puede que escucharas de fondo una alegre canción cantada por una caracola.
No creas entender, no deduzcas, no interpretes. Sólo son palabras sin fondo. Puede ser, puede no ser, puede que nunca haya sido.
Puede que el huracán pase de largo. O que ella se quedara durmiendo en la arena otra vez, con la cabeza apoyada en un saco ajado.
Y flores, escarcha, lluvia y fuego. Y nada al derecho y todo sin sentido.
Y canciones,
y canciones...
y quizá
una tempestad a punto de implosionar.