martes, 16 de marzo de 2010
Julieta y Romeo
Julieta no quiere hoy asomarse al balcón. Está enfadada pero Romeo no sabe por qué. Lleva toda la tarde llamándola desde el jardín, pero ella no sale. Quizá es porque en los últimos días él no apareció. Ni siquiera mandó algún mensaje. Romeo pasea nervioso de un lado a otro debajo de su ventana. Pensó en hacerlo, pensó en avisarla, pensó mucho en ella. Pero no lo hizo y ahora Julieta no se quiere asomar a su balcón. Romeo se masajea las sienes mientras no para de andar en círculos. Se había sentido acorralado, de repente se le había echado encima toda aquella historia y había sentido la necesidad de escapar. Pero había pensado en ella, no había parado de hacerlo y cada vez más conforme iban pasando los días. Y al final había vuelto, había dejado otras fragancias, otras pieles, otros jardines para volver corriendo a llamarla debajo de su balcón. Pero Julieta no saldrá hoy, como cada noche, para ver si él está allí. Porque Julieta está enfadada, aunque Romeo no sabe muy bien por qué. Mira una vez más hacia arriba y ve luz en la ventana. Se sienta en el suelo, apoya la espalda en un árbol, estira las piernas delante de él y levanta la vista hacia el resplandor detrás de la cortina. Puede que Julieta no se asome hoy y puede que tampoco mañana. Pero Romeo esperará bajo su balcón.
sábado, 13 de marzo de 2010
una vez
Unos ojos caprichosos (admítelo, son muy caprichosos esos ojos tuyos) que parece que me observan (¿como con temor?) desde el fondo. Pero pegada a la pared hallo tu espalda y tus manos escondidas en un bolsillo o tras un vaso de plástico.
Pero miras.
Aunque ayer no lo hicieras.
Escuchando la música más extraña del mundo en aquel lugar reducido de oxígeno, (alguien dijo que no existía realmente, que todo me lo iba inventando yo sobre la marcha, el suelo, las paredes...) quiero bailar para que puedas ver mis pies moviéndose rápido y luego lento y luego rápido otra vez. Para que no te despistes. Para que veas donde estoy.
Aquí, riéndome sin parar y vigilando la pared y tu bolsillo con mi ojo izquierdo, solo con el izquierdo, porque así puedo usar el derecho para no chocarme con tanta gente que hay entre tu y yo. Y porque si te mirara con los dos creo que alcanzaría la pared en menos de tres pasos.
Y tras largo rato de bailar y reír y bailar y sonreírte ya te fuiste, con la mano en tu bolsillo y los ojos en la nuca. Te marchaste sin mover la mano lentamente de un lado a otro como sí que hice yo. Mañana nos vemos.
Aunque mañana ya no me quieras mirar.