jueves, 5 de enero de 2012

Mujer

Eres tú.

La mujer que recoge lo que nunca quise esconder de mí mismo, una mujer que mira a mi frente cuando el sol le da de lleno
y mira entre sombras
y entre el frío
y entre los escondites de mis dedos.
Mujer de tiernos labios, muslos de belleza innata, nuca que desgarra mis tripas, que enciende el fuego en la punta de mis dedos y mujer de lazos de seda que acariciarían mi cara si me miraras.

Soy yo.

El hombre sin recursos para llamarte a gritos desesperados en mitad de la noche. Hombre que no quiere más que contemplar el paso de tus pies caminar sobre el asfalto
y los ojos que atraparon
y me robaron
y se llevaron mi vida entera.


Es él, el que recogería en cajas doradas las lágrimas de tristeza que resbalaran por tu rostro como zafiros y rubíes. Es él, el que te besaría al caer del aire cuando te convirtieses en pluma y bajaras despreocupada de entre las ramas de los árboles. El que te soplaría para que notaras cosquilleos, muy suave, para que no te escaparas otra vez a los árboles. Haría bailar sus manos para convertirse en el viento y mover tu pelo y admirarlo y olerlo pero nunca tocarlo. Él, que moriría mil veces para volver a nacer si tu estuvieras en su mundo. El hombre que plantaría flores en todas las calles para poder verlas reflejadas en tu cuello de pétalos. Él.

Y me visto con corbata de seda y traje planchado para mirarte escondido entre rendijas finas de metal.
Y me peino con raya y lustro mis zapatos para soplarte en el ombligo y que sonrías a las nubes.
Y me afeito escrupuloso, y me perfumo por la mañana para acariciarte en mi fantasía.


Es bella, es... ella.

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