Y la luna que acabará por caerme mal. Siempre me mira desde allí arriba con su sonrisa constante, y claro, muchos años lleva ella así de fresquita, blanca y reluciente... pues yo hoy aprieto y aprieto los labios fuerte fuerte hasta que se me claven los dientes en la carne. Y es que no me apetece sonreír.
Y ella mientras brilla me comenta: ¡es que eres tan bonita cuando dejas a las nubes de algodón invadir tu boca caprichosa!
Nubes, nubes... venid y cubridla, que así por lo menos, sin notar sus caricias delicadas y sin mirar la porcelana de sus mejillas no parecerá que esté triste por nada.
¡Hoy no tengo ganas de reír!
Y punto en boca.
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