Te esperé ayer y antes de ayer, con los pies bañándose en las olas y el pelo enredado en copos blancos de algodón, pero tú no quisiste venir, o no pudiste, o se te olvidó. Y mientras subió la marea y la nieve se hizo agua y yo tuve que correr, cada vez más pesada, arrastrando kilos de plomo en el pecho, hasta la colina más alta.
Y allí te volví a buscar, con un vestido de nubes y una diadema de estrellas, mirando desde la cima a cada esquina del mundo. Te llamé, te grité, ¡ven! Pero mi voz era ya muy débil y el infinito muy grande y tú no quisiste venir, o no me oíste.
Por eso el cielo grita ahora en mi nombre, ¡ven! Y él ruge fuerte y furioso, todo lo furioso que yo no puedo estar mientras te espero, ¡ven! porque está enfadado contigo, por no venir.
Si se te olvidó, fue un descuido imperdonable.
Si no pudiste es porque no luchaste lo suficiente.
Si no quieres...
El cielo brama en lo alto y mis pies juegan con las nubes hasta que suba la marea.
beautiful
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