miércoles, 3 de octubre de 2012
Los ladridos
El cuerpo pintado vomitando neuronas, sacando sus sesos y pegándolos en la pared; esparcidos éstos en una pared infinita, intenta el cuerpo sin lograrlo, con aguja de plastilina e hilo de carbón, coser y formar el tejido de su propio pensamiento. Si coge aguja e hilo para coser el tejido de otro pensamiento agónico de vida, muerto en vitalidad, repleto de frustración, de desprecio no puede más que escapar, correr su propio cuerpo pintado en cualquier dirección, hasta que se convierte en un borrón amorfo. El corazón sobre la garganta le rebosa y zapatea a ritmo militar. La mano en su pecho se posa para intentar mediante magia, ilusión o súplica que sus costillas se separen y se expandan sus pulmones. El cuerpo pintado con carbón y volumen de plastilina que hace desaparecer su forma sobre la pared, convirtiéndose en una mancha que se recompone de lágrimas de angustia hasta armarse de nuevo con hilo y aguja y los enredos del seso.
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Quien escribe esto está, a la fuerza, VIVO.
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