Tus ojos verdes algún día me matarán de golpe. Pararán en seco el tictac de mi corazón y yo sólo podré sonreír tontamente al verme morir frente a ti.
Porque tus ojos verdes me matan un poco cada vez que los veo, pero un día me matarán del todo y ya no los volveré a ver más. Y así, el mundo se apagará a mi alrededor y pasaré de la menta de tu iris a la más profunda, tranquila, dulce y temible nada.
Tus ojos verdes podrían ver en los míos, a través de los míos, más allá de los míos. Podrían bucearme, atravesarme, aplastarme. Podrían rehacer todo lo que soy, o engrandecerlo, o destruirlo. Podrían hacerme volar, sin ocuparse de cuánto me dolerá al caer.
Quizá me podrían salvar.
Pero sin duda tus ojos verdes me matarán algún día y ese día será el mejor o el peor o ninguno, aunque sé que sonreiré. Me ahogaré en tus estanques de esmeraldas sin preocuparme más que por vislumbrar un último resplandor de su embrujo.
Porque lo sé, sé que fueron el principio y sé que serán mi final. Y aún así, seguiré dejando que me consuman lentamente hasta que no haya nada más. Hasta que la última estrella se extinga y no haya en el universo más que dos pozos de jade que me hagan olvidar la realidad.
Tus ojos verdes algún día me matarán y yo te seguiré adorando igual que ahora.
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