Cuando estábamos todos;
cuando las noches se juntaban con el día sin que la risa dejara de flotar a nuestro alrededor;
cuando lo único que nos preocupaba era cuánto podríamos seguir bailando;
cuando no había rencor ni despedidas, sólo riñas estúpidas y reencuentros;
cuando el vino nos hacía abrazarnos más fuerte y gritar más alto nuestros nombres;
cuando dormíamos mil horas sin miedo ni remordimiento;
cuando fuimos idiotas y nos creímos invencibles;
cuando todo era increíblemente fácil o ridículamente complicado.
Entonces, que fuimos felices.
Cuando estábamos todos...
Aquéllos,
los buenos tiempos.
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