miércoles, 27 de marzo de 2013

camino

Podría aceptar que el camino fuera pedregoso y que los guijarros cortados sin piedad por tantas madrugadas plateadas le desgarraran la blanca piel de sus pies. Podía afrontar el seguirlo a tientas, a gatas, a ciegas, sin más pista que sus propia sombra entre la más negra oscuridad. Podría soportar buscarlo ayudado sólo con un mapa dibujado con estrellas que devora la feroz boca de la noche inmensa. Era capaz de soportar el miedo, de no petrificarse. No le importaría llorar.
Si la senda existiera, la seguiría. No diría que sin dudarlo, porque lo dudaría una y cien veces. Pero, aun así, la seguiría. Era demasiado tarde para volverse atrás y demasiado pronto para dejar de avanzar, así que daría otro paso sin prestar atención al baño escarlata que sus pies daban a su rastro. No sería difícil encontrarle, si se le quería buscar.
Haría una enorme cordillera juntando tres granos de arena y luego la echaría abajo de un soplo, como todas las batallas internas que había llegado a librar. Se quitaría el yelmo para gritar con furia antes de decidir atacar otra estúpida vez a un nuevo molino. Si el camino fuera real, podría matar al dragón con sus propias manos para recorrerlo, aunque sus profundos ojos de lava no le volviesen dejar dormir.
El pánico, la angustia, la frustración, la soledad. Podía vencerlos a todos, aunque le fuera su pálida vida en ello.
Sólo una cosa podría paralizarlo, anclarlo al suelo, hacerlo morir:
que no hubiese camino.

martes, 5 de marzo de 2013

devenir


Es el momento que llega y no ves venir, ese instante que, de puntillas, te asomas a ese vacío negro y oscuro. Te agarran esas cuerdas al mismísimo cielo, al oxígeno de flores, al mundo ese que pensabas que para ti no era. ¿Y qué es lo que toca ahora? Te toca con su mano en el hombro para tranquilizarte, para que te gires y sonreírte con frescura y soplarte un poco entre esos labios sonrosados, entreabiertos.

Es definitivamente lo mejor en ciertas ocasiones, dejar descansar tus neuronas, cantarles algo fino y dejarlas dormir para que no estorben el ritmo sosegado de tu abdomen inflado y desinflado. Deslizar mis dedos entre los recuerdos, noche tras noche sabiendo que las ensoñaciones reviven entre cuatro paredes cualquiera.

Y el secreto no es ninguno, es una casualidad extraña que se te antoja caprichosa, es lo que viene o lo que toca como si no pudiera venir o tocar otra cosa. Que te rindas a la música que te trae el aire y las nubes, que te rindas a sus caricias, que te rindas y lo demás es lo que viene o lo que toca.