viernes, 20 de noviembre de 2009

un pasillo


Sobre mis pies descalzos me sostengo tambaleante frente a este pasillo largo y recto. Pasillo que, bien esté decirlo, hace un rato solo tenía sol. Se trataba de tiempos de libertad y, aunque ahora no lo parezca, yo corría hacia el final.

Una mano que cubre mis ojos y otra que no sabe lo que toca.

Cuando me quedo callada y contengo la respiración no puedo escuchar nada más allá del movimiento rítmico de un corazón que bombea cerca de mi oído. Cuando me pongo de puntillas, pierdo el equilibrio y debo volver sobre mis talones si creo que alguno de mis desprotegidos pies dará un paso en cualquier dirección. No conozco lo que hay más allá de ellos. Tampoco sé lo que hay bajo los mismos. Solo sé que logra sostenerme aquí arriba. Es tan fácil retirar la mano de mis ojos y comenzar a caminar...

Una nube de tormenta oscura que se acerca cuando el sol se despide. Te envuelve el olor a humedad y solo tienes ganas de esconderte para que nadie te pueda ver. Si no retiro la mano de mis ojos, no me muevo un centímetro. Mis pies, que en este instante pesan como el plomo se convierten en pequeñas nubecitas de algodón al alba. Ya sabes, el amarillo que calienta su nuca es mi más fiel aliado. Pero aún así, no permito que sus rayos, deseosos por atravesar las rendijas de las ventanas de este pasillo, alcancen siquiera la repisa. Mi mano está sobre mis ojos y no es una tontería. La nube se acerca, va a llover, las lágrimas resbalarán hasta mi pijama.

Que moje la lluvia.
Es que a veces se me olvida que tengo paraguas.

Se esfuman los cuatro dedos de la oscuridad dejando asomar mis pupilas dilatadas como olivas negras tras el rocio.
Dejo avanzar mi otra mano hacia el frente que, temerosa, busca algo entre el vapor ennegrecido. Unas yemas familiares rozan mi palma. Los dedos me agarran firme.

Y veo.

2 comentarios:

  1. acabo de descubrir que tenemos nuestro primer comentario!! jajajaja!!!!
    ME ENCANTA ESTA ENTRADA, BABY!!!

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