martes, 16 de marzo de 2010

Julieta y Romeo

Julieta no quiere hoy asomarse al balcón. Está enfadada pero Romeo no sabe por qué. Lleva toda la tarde llamándola desde el jardín, pero ella no sale. Quizá es porque en los últimos días él no apareció. Ni siquiera mandó algún mensaje. Romeo pasea nervioso de un lado a otro debajo de su ventana. Pensó en hacerlo, pensó en avisarla, pensó mucho en ella. Pero no lo hizo y ahora Julieta no se quiere asomar a su balcón. Romeo se masajea las sienes mientras no para de andar en círculos. Se había sentido acorralado, de repente se le había echado encima toda aquella historia y había sentido la necesidad de escapar. Pero había pensado en ella, no había parado de hacerlo y cada vez más conforme iban pasando los días. Y al final había vuelto, había dejado otras fragancias, otras pieles, otros jardines para volver corriendo a llamarla debajo de su balcón. Pero Julieta no saldrá hoy, como cada noche, para ver si él está allí. Porque Julieta está enfadada, aunque Romeo no sabe muy bien por qué. Mira una vez más hacia arriba y ve luz en la ventana. Se sienta en el suelo, apoya la espalda en un árbol, estira las piernas delante de él y levanta la vista hacia el resplandor detrás de la cortina. Puede que Julieta no se asome hoy y puede que tampoco mañana. Pero Romeo esperará bajo su balcón.

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