miércoles, 14 de marzo de 2012

C'est la vie

Sonreí. Me la habías vuelto a jugar.
Una vez más.
Bah, como si me importara, como si me importaras. Como si me llegara a importar yo misma. Le regalé una sonrisa resignada al sol, que me acariciaba la mejilla un poco triste: "Pobre niña boba", debía pensar. Le susurré que no se preocupara, que era lo de siempre. Que los arañazos ya no escuecen cuando no queda piel nueva que arañar. Le pedí que siguiera cantándome su canción de rayos tibios besando mi pelo.
Sí, un poco boba sí. Pero ya daba igual. Tus trampas resbalaban sobre mi cuerpo como una lluvia inoportuna, molesta, pero que se acaba secando. ¿Qué cabía esperar? No iba a llorar cada vez. La pobre tonta también se llegaba a cansar, después de todo. Y hasta soltó una carcajada sincera, que asustó un poco al viento que la despeinaba.
Mientras una nube blanca pasaba correteando con prisa por encima de mi cabeza, hice un brindis amargo y suave y cruel con una copa llena de verdad y tragedia, de sonrisas y lágrimas, dedicada a cualquier chiflado que osara mirar. A tu salud, dulce locura.
Sonreí, bajo los mimos del sol, encogiéndome de hombros y cantando c'est la vie!
Y miré el atardecer consciente de que me la habías vuelto a jugar.

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