domingo, 20 de enero de 2013

Sístole


Sólo era una figura mal dibujada entre la niebla más espesa de las calles de Londres. Solía deambular cuando al caer la ceniza de mil frías noches escapaba entre los trocitos de hielo del Támesis para encontrar un lápiz del número 1 que se atreviera a dibujar su contorno imperfecto. ¿Y quién es? ¿qué es? ¿mujer por su larga cabellera? ¿fantasma por su empeño en desaparecer como el humo? ¿sombra por esconderse entre lo negro de un rincón solitario? ¿o un rayo de Luna, Gustavo?

Nadie lo sabía y muchos y todos y casi todos temían averiguarlo.

Cuando se dejó rozar una mejilla con el sol perpendicular, de cuando calienta, de cuando achina porque escandila, bailó las canciones de un puñado de pianos que sonaban a ritmo de allegro y ocurrió que desenrolló las cuerdas de algún pintor valiente y solitario.

Y quiso llorar, resbalar lágrimas de yodo por sus mejillas desiertas cuando al ver reflejada entre aguas inglesas su figura recién repasada y perfectamente delineada, observó con detalle y cosió con cruces en su memoria que sólo era un mujer que abandonó su tez mohína y lucía sonrisa y ojos que silbaban el amanacer despejado.

Lo notó sonando a canción de jazz como si un contrabajo tuviera en su pecho con dientes, encías y miradas no premeditadas. Lo notó y respiró y durmió.


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