sábado, 4 de mayo de 2013

aquélla fue

Ocurrió aquella noche en la que las mil lunas que habíamos dibujado levantaron sus piececitos del suelo hacia el cielo, para acompañarse de mil luciérnagas sonrientes y una oscuridad inalcanzable con mi mano y con la tuya. No sé si llega tu memoria a alcanzar la noche que fue, la noche en la que tu respiración y la mía se unieron para atrapar el oxígeno flotante del universo para hacerlo único, de color violeta o yo qué sé. Recuerdo que noté tus labios anidando en mi cuello y los quise coser o pegar o yo qué sé, para que no moraran otro cuerpo, para que, cuando entre mis sábanas estuviera, notara los besos que me brindan los recuerdos. Aquella noche no terminó como otra cualquiera, no terminó o no sé si es que el sol desapareció o ya no lo volví a ver porque tapé mis ojos con tus sonrisas y el sonido de tus sueños alados y aquellas palabras que olían a rosas rojas. Es la noche de mi infinita gracia, la noche que me convertí en reina y en soldado, es aquella noche. No sé si recuerdas que me plantaste un beso en la mejilla y ya se me olvidó que existía un mar bravo lejos de allí o unos árboles secos u otro mundo de lamentos, lágrimas o yo qué sé. La noche que el viento sopló llevándose mis cenizas que habían hecho campamento entre mis tripas. No sé si te acuerdas que dormí entre los abrazos que tú tallaste y los expuse en mi museo dorado.

 La noche de mi paz o... yo qué sé.


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