domingo, 18 de diciembre de 2016


Huir de la paz, el descanso y la facilidad para encontrar el entorno oscuro casi negro. Huyes de la objetividad, del cuidado incluso de la bondad huyes. Allí en lo oscuro casi negro, rodeados todos de calor, calor, Mareados, envenenados, intoxicados todos, los dos y todos los demás. Esa debilidad que me sube de abajo arriba hasta enseñarte mi cuello y bajar mis párpados despacio, lento, lentísimo y coger fuerza para abrirlos y romperme. Esa marea de mil siglos atrás, esa marea pestilenta de años atrás, ese pozo de fango de antes de la paz, el descanso y la facilidad que volvió para patalearte, para machacarte, como a esa muñeca de trapillo que creció desde los noventa para quedarse en el "mu" y no llegar jamás ni a la "ca".
Y todo para buscar la pasión, una pasión hecha de miradas inventadas, de sentimientos flotantes, de invenciones masacradas. De calor, de mi calor.

Y enana fuiste, enana te quedaste, con lágrimas y vómitos te abandonaste.
Como si engañar a alguien pudieras, como si engañarte a ti pudieras, como si engañarte la realidad pudiera.
¿HOY? Hoy no te puedes esconder.
¿MAÑANA? Mañana no te podrás esconder.

Y no sabes lo que hiciste, lo que haces, lo que harás. No sabes nada. Sigues sin saberlo.

Te abandonas.

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