jueves, 11 de febrero de 2010

Rano, el niño miedo

Rano, el niño miedo, está sentado en el filo de la cama y sus piernas larguchas y secas cuelgan desde lo alto del edredón. Abraza con fuerza un peluche gastado, lo aprieta, lo oprime, lo deja sin respiración. Tiene los ojos muy abiertos, enormes en su cara flaca y alargada. El pelo finillo le cae sobre la ancha frente y la melena sin peinar le hace parecer más desgarbado aún. La mirada está clavada en el armario. No la aparta de la diminuta rendija que queda entre las dos puertas.
Rano tiembla. Hay un monstruo en el armario y puede que quiera salir.
Rano, el niño miedo, siempre tiembla. Hay otro monstruo debajo de la cama, una bruja detrás de la cortina, un troll al final de la escalera.
Rano tiembla en su habitación, tiembla en el pasillo y también en el cuarto de baño.
El pijama le queda grande y apenas ves su cuerpecillo temblar debajo, pero sus ojos gigantes se le salen de las órbitas y los ves antes que nada.
Rano, el niño miedo, quiere ser héroe, pero le faltan agallas y le sobra castañeo de dientes y entrechocar de rodillas.
Se mete bajo las sábanas, se tapa la cabeza con la almohada y aprieta su peluche fuerte, fuerte.
Ya no ves a Rano temblar.

Dentro de la cama no hay monstruos.

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