viernes, 29 de enero de 2010

una niña y la de al lado


Es reconfortante saber que puedes sentarte a mi lado por un momento y sin decirme nada hacerme saber que todo va a ir bien. Los altavoces funcionando a su máxima potencia cuando te digo que te agradezco cada minuto que me has dedicado haciéndome el favor de sentarte a mi lado para hacerme saber que todo va a ir bien.

Ni que me mires, ni que me toques, ni me soples, solo estar aquí este minuto bajo el techo de chapa. Sentadas sin mirar a la nada como una de tantas veces.

Podemos mirar el horizonte sintiendo que el mundo es nuestro. Como si pudiésemos poner y quitar todo lo que nos venga en gana de él. Y en cierto modo... así es ¿no crees? A nosotras solo nos hacen falta las cuatro neuronas que ese dios de brillante y amarillo cabello nos entregó en bandeja de plata. Hay que cuidar lo valioso. O eso nos dijo.
Recuerdo mientras sonrío cuando intentaste cortarlas por la mitad para que todo fuese más justo... ¿y si alguna sale defectuosa? Grandes mentes pensantes.

Al menos si me asomo a la ventana no me sentiré sola. Esté donde esté.
Tu me mirarás desde ese horizonte, me enseñarás el puñal con tu sonrisa pícara y me guiñarás un ojo para que te entienda.
Y nos echamos a reír. Como si fuese ya una costumbre.
Pero no somos malas.
Somos como somos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario