miércoles, 21 de julio de 2010

desconocidos

Creo que quien me mató no quería hacerlo.
Lo vi en sus ojos mientras me encañonaba: algo así como una disculpa, una súplica de perdón. Entre mis lágrimas lo vi, puede que lo sintiera. Quizá él también lloraba y lo que vi fueron sus ojos húmedos e implorantes.
Durante un segundo dejamos de ser enemigos, de bandos contrarios, países diferentes, culturas opuestas, y fuimos dos personas infinitamente tristes en medio del caos. Dos hombres, uno de rodillas, otro de pie, que se miraban a los ojos sin tener absolutamente nada personal el uno contra el otro.
Dos desconocidos.
Como niños aterrados y desconcertados ante tanta destrucción.

No lo hagas.
Lo siento, no tengo opción.

Sí, sólo dos hombres, uno vivo y otro no.
No le guardo rencor.
Seguro que él también tenía familia allí lejos, donde estuviese su hogar. Unos padres amantes, una esposa enamorada, una preciosa niña rubia con unos enormes ojos azules... Yo pensé en ellos mientras cerraba los ojos.
Sólo un hombre, sí.
Espero que él pudiera volver a casa.

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