miércoles, 4 de agosto de 2010

niño

Pequeño niño emprendedor, que se levantó una mañana con ganas de escalar, salió a pasear entre las montañas. Caminaba en perpendicular y caminaba en horizontal mientras las pocas plantas y árboles al alba despiertas le saludaban con sonrisas de terrones de azúcar. Sabía saltar sin empujarse con los pies y caer con las manos sin rasparse ni un poco las palmas. Era todo un campeón en natación y baloncesto y además, sabía decir que no al sol cuando le quemaba la espalda. Que no, que no... que eso no estaba nada bien. Pequeño niño camaleón podía ser león y podía ser cangrejo. A veces, quiso ser mono chillador pero es que su madre no le dejó. Verás, el niño solía encantar a piedras y rosas. Solía reír a ritmo de jazz y cantar como ruiseñor al amanecer.

Porque de niño encantador pasó a niño embaucador fue por lo que los abejarucos le miraban con recelo y las golondrinas hasta con desprecio. Verás, tras tiempo de pasear y saltar, el muchacho se aburrió del azul del cielo y del nácar matutino de algunas cuantas plantas. Solía mentir y engañar tanto como encantar a vientos repentinos nunca antes vistos, por ello fue por lo que le divirtió tanto su juego. Podrás deducir cómo las piedras y las rosas ya no se dejaban estafar… En un momento de su pequeña historia resultó que no le importó dónde las había guardado con tanto recelo tiempo atrás.

Pequeño niño timador se transformó en fiera para siempre, perdiendo así varias de sus buenas cualidades. Creció de un salto rascando los cielos y nunca más volvió a amar el jazz. Verás, niño ruiseñor tampoco volvió a cantar.

Qué mañana tan amarga aquélla en la que se vio reflejado en un charco sucio y notó su tez mohína. Qué momento tan triste cuando recordó el olor a fresco de un río en vertical o cuando quiso reír y sonó a trompeta desafinada. Qué amadas las rosas de tus uñas y la piedra de tus pies. Qué añoradas.



Pequeño niño emprendedor enfiló en solitario la avenida de las muelas picadas y quiso volver a llorar por no ser mono chillador y no por notar el amargo sabor de los recuerdos. Verás, niño perdedor ya no pudo caminar en vertical.

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