viernes, 22 de enero de 2010

transparente

Me asomo a la ventana a observar este cuadro de luces y sombras pintado en acuarela. El suelo y las paredes, como mojadas, parece que se derriten al igual que tu figura que se insinúa entre la farola del parque y la puerta de aquel bar cochambroso. Quería mirarte un ratito corto tras la cortina de seda que nos separa esta noche de sueños, pero... parece imposible comerte sin poder siquiera acercar mis dientes al suelo.

Miro hacia arriba como solía hacer cuando el olor de tu cuerpo alcanzaba mi olfato. El que te busca cuando duermes. El que te anhela en la oscuridad, entre las sabanas. El cielo, como apagado, sin sus típicas bombillas amarillas contando historias, no me quiere contestar a mis preguntas caprichosas sobre un tema que aun no está zanjado.

Se fue la luz.
Y con ella te fuiste tú.
Ya ni me acuerdo cuándo.

Vuelvo a bajar la vista para no perderme un segundo de tu movimiento natural entre la farola y el bar. Y la farola. Y las puertas del bar que se abren para dejar salir a algunos desconocidos que no se percatan de tu presencia. No lo entiendo siendo tú el que está ahí... Mundo de locos.

Cierro los ojos recordando cosas que ni han pasado realmente... Aun así, sonrío como si te viese entrar por la puerta de mi cuarto. Y como si me enseñaras el algodón de azúcar de entre tus labios y se te achinaran los ojos castaños que te invaden el rostro.

Cuando abro los ojos sigo tras la cortina de seda.
Y ya no te veo.
Ya te has ido.


Ni siquiera te conozco.

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